jueves, 31 de marzo de 2011

S

Una madre, más o menos joven, soltera, rubia de bote, vestida de chandal barato, el pelo recogido en una cola de caballo. Un niño y una niña danzando a su alrededor, diciendo tonterías, perdiendo el equilibrio por el continuo traqueteo del metro. Los niños se mueven como drogados y risuñeos. En un momento dado el metro llega a una parada, el niño pierde el equilibrio y va a parar directo a una de las barra amarillas para agarrarse, se da en toda la sien y se pone a lloriquear, su hermana se rie de él y su madre le coge de la muñeca y tira para que no se rezague, se bajan del tren apresuradamente.




En el autobús, de vuelta de la universidad, en los asientos de minusválidos, embarazas y viejos. Ocupados ahora por dos chicas, enfrente mia, y por mí, enfrente suya. Su asiento es la excepción del bus, son más anchos y caben las dos repanchingadas, una es más o menos normal, más o menos fea, con la nariz de brujilla, la boca estrecha y con expresión de asqueo, pero por cansancio o saturación, más bien, como expresión suya de relajación, contracción del entrecejo y tensión en los pectorales para mantener esas tetas, será fea, pero unas buenas tetas siempre son comentadas, antes o después. Ella de piel morena como de plastiquillo, y su amiga rubia, con gafas estilo jon lennon pero también de plastiquillo, negro, más toscas de lo preciso, vestida de colores llamativos, como ochentera digamos, pero pijilla a la vez. Antento a la personaja, con la cara de chulapa, toda ella como una zanahoria que cree que puede con todo, muy despreocupada, pero como posando todo el rato. Forzada la cabrona, y yo enfrente de ambas, me entraba la risa. Tenían conversación secas, directas, se giraban un poco al hablar, pero sin llegar a mirarse, como cruzando las miradas, y cuando terminaban su frase volvían a la posición inicial, de: estoy tomando el sol en el bus en medio de la autopista.

Una madre, joven, joven de cojones, que sé yo, igual veintisiete, para no quedarme corto, pero es muy posible que más joven. Sentada en el metro, con un carrito al lado, con su hija, también rubia. La madre con si estilillo alternativillo, con su riñonera, su ropa sencilla pero curiosa de algodón. La hija jugeteando con un libro de hojas de carton duro. Mamá le ha dado un piquito de pan, y la pequeñaja lo chupaba y se lo comía poco a poco, lo bebés tienen una saliva bastante potente por lo que tengo entendido. La madre, dedicandole su atención, mirandola todo el rato, con movimientos suaves, y palabras suaves, cariñosas, y la niña jugetona pero tranquilita, chupando el palito de pan que se reblandece en su boca. Muy majas las dos juntas, hemos bajado en la misma parada del metro, y un cachas que venía, muy petado, como mi primo de zumosol, más o menos. El tio a soltado sus bolsas de deporte y a subido el carrito a medias con la señora, perdiendo así el tren, y abandonando momentaneamente sus pertenencias. Ya arriba, le he soltado a la mujer: casi podría haberlo subido él solo>. Por lo cachas que estaba el tipo. Y he seguido ligero mi camino, en la superficie estaba Gran Vía, aun con sol, multitud pasando de todos lo tipos, colores y sabores. Y Bruno, allí, el primero, disfrutando de la marea humana.