martes, 13 de diciembre de 2011

Noches decisivas


Noches decisivas, son aquellas en las que, a pesar de no hacer nada especial los astros me miran y me sonríen. Noches en las que aprendes algo relacionado con el paso del tiempo, algo que nadie puede parar. Noches en las que sientes como, aunque ya no puedes hacer aquello que tanto deseabas, al menos puedes comenzarlo sin importar si acabas o lo dejas a medias. Noches en las que tu cabeza llega a asimilar verdades ancestrales encerradas en el primer anillo que un gran árbol frente a ti plantado creó en su propio desarrollo, sin pensar en ti, pero que ahora, te sirve para levantar la vista al cielo e imaginar el imposible que no cabe en tu cabeza, y apenas en tu corazón. Noches en las que entiendes que no eres un ser avanzado, sino apenas un hombre de las cavernas, en las que aceptas el miedo que tienes al frío de la calle. En las que asumes que lo mejor que puedes hacer es sentarte delante de la pantalla de tu ordenador y pulsar teclas frenéticamente con el único humilde, a la par que pretencioso, objetivo de conectar astralmente con los seres de tu tiempo, con lo seres, si cabe, de todos los tiempos.
Así me sentía yo ayer por la noche cuando, embriagado por el vino barato volvía a creer de nuevo en mí. De nuevo acepto mi destino vigorosamente, planto los pies en el suelo a sabiendas de que, cuando quiera, puedo volar a alturas dementes y regresar de nuevo a tierra firme como una bala perfecta de cañón, que realiza un parábola igual de perfecta, ya que encierro el misterio de las matemáticas, de las matemáticas de las palabras, las matemáticas de los sentimientos.
A la mañana siguiente, tras haber dormido apenas cinco horas, vuelvo en mí antes de que el despertador me saque de mis sueños. No he tenido tiempo de soñar entre la nebulosa provocada por los efectos del vino. Sigo igual de embriagado que la noche anterior, una energía martilleante aprieta y tensa mi cabeza, como si mi masa cerebral se expandiese, como si no cupiesen mis pensamientos en mi limitada cabeza. Desayuno orgulloso y extrañado de mí mismo, y tras un leve momento de placer conjugado gracias al primer cigarrillo del día y los últimos tragos de un café aguado, salgo por la puerta de mi piso situado en el centro de Madrid. Solo, como cada día, me adentro en el subsuelo de esta triste urbe, como un zombie más me arrastro por el gran gusano eléctrico. Saco mi libro y tras sacudir de mi cabeza todos los pensamientos que me arrastran hacía patéticos delirios de grandeza, me zambullo en la sensibilidad de Proust, que me cuenta, en un fantástico pasaje, los recuerdos que puede conectar un trago de café con sabor a magdalena casera con todo un pasado que se vivifica intensamente en un solo instante. Él mismo, de forma incorpórea se traslada a tiempos que creía perdidos y con él, de su mano voy yo agarrado a través de sus palabras y mis ojos se humedecen de nuevo, a primera hora de la mañana, ante la indiferencia de mis congéneres más que acostumbrados a caminar en fila india, a mirar cogotes, a llorar, y llorar, pero siempre a solas, tristes seres egoístas que sienten pánico ante la idea de compartir sus lágrimas sentidas.
Mi vida es un horror, una losa, un temblor de manos ante un mundo que imagino inabarcable, inasible, inconcebible en mi aburguesada cabeza.
Regreso de mi centro de estudios abatido, incapaz de sonreír. De nuevo, no soy capaz de sentir nada que esté más allá de mi mocosa nariz. De nuevo el martilleo en mi cabeza, no ya por el efecto retardado del vino, un martilleo que yo a mi mismo me concedo, pura sugestión. Soy de nuevo un mártir, una víctima de mi tiempo, un viejo quejoso encerrado en un cuerpo joven y musculado, de finas líneas, de gruesos labios, de ojos tristes que miran tediosos entre la melena que se vence hacia mi cara. Veo mi reflejo, como cada día, en los diferentes espejos que el paisaje urbano me ofrece. Siempre la misma idea revolotea en mi cabeza, siempre el mismo sentimiento, siempre la misma ansiedad. Mi tiempo perdido, las cosas por hacer, el miedo a morir antes de tiempo, el miedo a tener miedo, la anulación sistemática de mi ser. El odio hacía ideas abstractas, la incapacidad de pensar más allá de lo que mis ojos ven, el miedo a no ser capaz de empatizar con mis seres queridos, con mis compañeros de vida.
Tras la comida, renegado, sin ganas de vivir, sin esperar nada de mi mismo, rozo el límite de mi alma sublime al tumbarme perezoso en el colchón de mi cama, con el ceño fruncido, con un agujero inconmensurable en el pecho, entre pezón y pezón peludo. Caigo dormido, suena el despertador y lo apago de un manotazo, vuelve a sonar y sistemáticamente reacciono de la misma manera. Mermo, una vez tras otra, el estado de vigilia que la vida exige. Sueño, y entre absurdo y absurdo, soy yo, viendo desde mis dos luceritos, el único ser del mundo, y lo que por ellos veo, imágenes difusas de mi película personal. Mi padre, su mejor amigo, vacaciones, sol, eucaliptos, melenas, las melenas de mis amigas, un coche en el que voy montado, que avanza a toda velocidad por la siberia extremeña, de nuevo mi piso de Madrid, de nuevo mi padre, su amigo, las bellas hijas de su amigo y yo, taciturno, incapaz de emitir sonido alguno. La vacaciones, aquellas vacaciones pérdidas coincidentes con la eclosión en mi alma, de una nueva configuración, que en el futuro se me revelaría como mi nuevo ser, algo más cercano a mi esencia, un ser algo más perfecto, más seguro, vigoroso, redundante en todo lo anterior y aun así brillante, envidiable. Nunca podré ser un toro, pero si al menos equilibrar mi balanza, calibrar el tiro, la trayectoria de la bala que atravesará el cráneo de los demonios que me atormentan.
Despierto ya anochecido, siento que no tengo nada que hacer, ninguna responsabilidad, una gran virtud que poseo, no veo aquello que no me interesa ver, una gran virtud que me hace chocar con muros reales que yo convierto en etéreos a través de mi mísera congoja. Mi gran virtud, mi contradictoria esencia, mi orgullo y mi cruz. Tengo, de hecho, los días contados, la realidad está ahí, y ella si que es un toro imbatible, me mira cara a cara con ojos fogosos, incendiarios, me zarandea... pero yo, no quiero, y cuando no quiero no hay más que hablar. Dejo mis ojos en blanco y mi baba caer desde mis labios resecos por el frío invernal. Preparo un café y un par de tostadas que unto con manteca de cacao. Engullo a grandes bocados y me pongo a buscar libros en internet que quisiera que mis padres me regalaran por navidad, nadie pensará en mi familia, ni entre mis amigos, que me merezco nada, pero yo, intento aprovechar la mecánica costumbre cristiana. Pediré libros que no tendré tiempo de leer, pero que si no leo, supondrán la mayor pesadumbre de mi alma. Hay que hacer lo que hay que hacer, y para hacerlo, hay que tener los elementos necesarios a mano. Y vuelve, y me revuelve de nuevo la cabeza la misma idea, tengo que escribir, a toda costa. Y me quema y me hastía el hecho de saber que no voy a hacerlo, ni hoy, ni mañana, ni en ningún futuro cercano. Apenas unas cuantas palabras, una aproximación a mi ser. Soy consciente del poder que porto, de la habilidad que los dioses me han concedido, conozco a tientas la esencia que albergo. Soy heredero de una estirpe oculta a la mirada de la historia. Soy pretencioso como mis verdaderos padres, y al igual que ellos, vivo solo, engañado y sin fiarme de nadie, vivo en la paranoia y acepto mi incapacidad para hacer nada en conjunto con nadie, la necesidad de hacer lo que tengo que hacer, con mis propias manos, solo con la fuerza de mi voluntad, siempre apoyado en incómodas aristas, siempre doblado, tronchando mi lomo, plegando mi cuerpo en miles de diferentes contorsiones, posturas imposibles que pagaré en vejez, si es que existe, o existirá, para mi, la vejez.
Salgo a la calle y camino rápido, con gran música desgarradora reventando mis tímpanos sin piedad hacia mi mismo. Camino separado del suelo por, al menos, un par de dedos, levitando, y según la intensidad de la música, por la que me deslizo como por un tobogán, caigo al barro espeso de los ritmos pesados y texturas duras que me golpean de fuera a adentro y rompen mi débil cascarón. Me siento violado por la música, me relajo y dejo que penetre en mi, que me desgarre las entrañas, ando obnubilado con la misma idea siempre revotando de un lado a otro de mi cerebro. Escribe, escribe, hijo de puta, escribe antes de morir.  

jueves, 3 de noviembre de 2011

Aun no he ardido, en consecuencia esta historia no está terminada


Estaba solo en casa. Hacía tres semanas que estaba aquí, pero yo soy una persona de tempo lento. Aun me estaba adaptando. En proceso, para ser exactos, de adaptación al medio. Era mi cuarto año estudiando fuera de casa (de la casa de mis padres), y todavía se me antojaba la vida sin mi familia como algo extraño, descompensado, incoherente. Como si no debiera ser así realmente, como si fuese forzar la realidad para que así fuera, pero realmente no el destino que yo me mereciera, que a mí me aguardara.
En unos de estos días, tranquilos, apacibles; cuando todavía no ha llegado el otoño, aunque según la hora del día comienza a dejarse su presencia. Llegué a casa de hacer algunos papeleos y operaciones burocráticas en relación a mis estudios. Conforme llegue abrí una lata de cerveza, de cerveza barata del supermercado. Ideal para la vida bajo el auspicio de las vacaciones permanentes.
Era ese el estadio en el que yo me encontraba mentalmente. Pero ya en el límite. Había estirado la cuerda lo suficiente como para que rodaran cabezas. Lo cierto es que no rodaron. Mis tres años anteriores no había dado mucho de mi. Y todavía me sentía rebelde. Me autoconsideraba como un pos-adolescente con suerte. Era cínico hasta el punto de afirmar que mis padres no tenían otra cosa en que gastar el dinero. Cogía el argumento orgulloso de mi padre encantado de pagarme mis estudios y lo utilizaba para reirme de su posición. Nunca le dije nada de esto a la cara. Como mucho me atrevía a vacilar y pavonearme delante mi amigo íntimo. Muy valiente era yo por entonces, como se puede notar. El tercer año había sido el peor, quizá todo fue degenerando cada vez más, tensándose poco a poco, pero tensándose en todo caso desde el principio. Conforme pasaba el tiempo más sentía que tenía que escapar de la situación en que me encontraba. Estaba estudiando una carrera que no me interesaba pero, ¿qué carrera podía interesarme a mí? Ninguna, cada vez fui odiando más la universidad, y la ciencia. Primero una cosa, y luego la otra. La universidad me decepcionó mucho a nivel cotidiano, yo nunca me preocupé demasiado de los funcionamientos internos, las estructuras, las maneras de mandar unos sobre otros ni nada por el estilo. Yo vivo en la cotidianidad. Tengo problemas con las perspectivas políticas y contrariamente disfruto con la historia. En realidad lo que ocurre es que disfruto con cualquier buena historia. Realmente es nefasto decir que la historia que nos enseñan sea una buena historia, al menos como es contada, pero en todo caso es una historia siempre genuina, aquello que sucedió, y cada vez te puedes acercar más a la actualidad, y siempre sabes que cuando te cuentan la historia se pierde mucho más de la mitad de la verdad.
En la universidad no se enseña nada, si vamos al caso, todo es pura pantomima. Si eres un adolescente interesado por el mundo, que se deja penetrar por la estimulación, que permite a su cuerpo vibrar ante la vida, en el instituto es fácil que empatices con profesores, que sientas cariño, calor, cercanía, deseo de empape mental. En la universidad no hay nada de esto. Y creo que yo nunca supere eso. Yo necesito, quizá no pasión, al menos no pasión reventada, saliendo a borbotones, porque eso acaba pareciendome teatrero, más bien, diría contenida, controlada; sincera, pero nunca desbocada. Y como decía, en la universidad no se enseña nada. El que pueda que coja algo, y la fuerza y el ímpetu quien lo tenga que lo saque, como si los desarrollos de las personas estuviesen finalizado, y los comportamientos, por tanto, fueran a permanecer estáticos, como si ya estuvieran determinado, sellados, como si ya no fuesen posibles nuevas configuraciones de las almas que estábamos allí presentes. Ahora me veo y casi diría que soy lo contrario de lo que fui, eso sería mentir, pero sin exagerar demasiado, me siento así.
A nivel de contenido, mi carrera si me atraía, al menos ratos, cuando conseguía empaparme sin ansiedad. Me costaba zambullirme en los textos, necesitaba un buen rato de calentamiento para estar a punto, con los latidos suficientes, los ojos relajados, los oídos pendientes de mi mismo, nunca del exterior, en definitiva, concentrado.
Por otro lado, la ciencia. Yo estudiaba ciencias sociales. En las ciencias sociales, de un tiempo para acá, y hace ya varias décadas, puede que más de un siglo, se asumió que no se podían establecer leyes universales. Hay demasiados cambios. Se intentaba observar la sociedad como si fuese un leopardo que se mueve por la sabana. El leopardo, por rápido que se mueva, si se le observa, se le filma, se estudia su estructura osea y muscular, sus comportamientos, su forma de supervivencia, ese puede saber mucho de él. Y lo que se sepa, aunque de vez en cuando puedan aparecer comportamientos y situaciones sorprendentes, queda registrado y no cambia. Los humanos no podemos hacer una fotografía de nosotros mismos en la que quede registrado todo lo que somos, y lo que vamos a ser, ni siquiera cosas básicas; no a nivel social y tampoco individual, psicológico, siendo estos palabros en realidad inseparables.
La aseveración de que era imposible establecer leyes universales infalibles no era en el fondo más que un primer paso en el razonamiento de que las ciencias sociales podían llegar al conocimiento, pero que este conocimiento, no tiene la misma estructura que el conocimiento de las ciencias naturales, como tampoco maneja el mismo tipo de verdades. Digamos que los aspectos de la realidad que tratan las ciencias sociales tienen que ver con sutilezas que están dentro de nosotros enmarcadas en los humanos. Es decir, que los científicos sociales son humanos que estudian humanos, a sus semejantes y a si mismos. El nivel de pretenciosidad que supone el hecho de intentar alumbrar los laberínticos túneles que el conocimiento plantea en este sentido es muy superior al de las ciencias naturales. No quisiera yo quitar mérito a las ciencias naturales, pues son inseparables de las ciencias sociales, en el sentido de que aquellas están desarrollas por humanos, e inevitablemente también son objeto de estudio de las ciencias sociales. Y, he aquí una gran clave: objeto de estudio. Estudio llevado a cabo por un sujeto. El siguiente paso en el alejamiento, distanciamiento, de una rama de la ciencia y otra, si es que esta segunda debe seguir llamándose ciencia, por aquello de las dificultades de llevar a cabo un método científico que no me levante las comisuras de los labios; el siguiente paso consiste en acabar con el dualismo sujeto-objeto. Hay que matar esa idea, superarla, por más duro que nos sea sobreponernos a ello. Aun predomina, aun se enseña en esos términos. Pero creo que la verdad está más cerca de la ida de que el otro soy yo, he incluso lo otro soy yo. Somos humanos, y de alguna manera somos todos el mismo humano en tanto en cuanto vivimos en el mismo mundo y nuestros antepasados vivieron en el mismo mundo y compartimos la esencia. Albergamos como seres vivos las misma potencia que los seres humanos que habitaban la tierra hace miles de años, somos lo mismo. Y de alguna manera, aunque pueda parecer más radical aun, también somos nuestro entorno, somos la naturaleza que nos rodea y, como seres infinitamente creativos y potentes, somos todas las modificaciones que hacemos en nuestro entorno. Nuestra alma no solo llega desde la punta de los dedos de nuestros pies hasta el extremo más alto de nuestro cabello sino que va más allá. Está en lo seres con los que nos relacionamos directamente, y está en los objetos con los que nos relacionamos directamente. Y esos objetos con los que nosotros nos relacionamos y también con las personas, en la vida diaria, albergan historias, desarrollos, procesos de cambio, evolución. Es todo un gran amasijo intrincado a más no poder, de vida. Energía en constante movimiento, movimiento hasta ahora, y por lo que yo sé, imparable. No sé a donde puede llegar la sociología si se libera y se abre en su manera de acercarse al mundo.
Lo que yo sentí fue que todo era una pantomima. Y conforme más consciente era de ello más angustiado me sentía, por tener que vivir en un mundo de semejantes características. Yo, reclamando a pleno pulmón pureza, y mi alrededor cortándome la cara como una fría cuchilla de afeitar. Nunca pensé... si este es el mundo en el que tengo que vivir, prefiero morir. Nunca podrán hacer los malos de la vida algo tan feo como para que yo me suicide. No significa esto que no me pareciese lo que mis ojos veían un grado mediocre y mojigato de sentir...

miércoles, 2 de noviembre de 2011

enero 2011. La revelación del poder, y con él, los delirios de grandeza.


Su obra solo podía ser de una forma, grandiosa.
La formulación de la ley de levitación universal.
Se imaginaba su propia obra concluida, se la imaginaba enteramente acabada, intocable, incapaz de aceptar modificación alguna. Se imaginaba a si mismo sentado frente a ella, y ella mirándole, como en la lejanía, como a millones y millones de kilómetros. Finalmente se imaginaba a sí mismo suicidándose tras poner el punto final, al sella para siempre el cofre en el que había guardado íntima y escrupulosamente todos sus afanes, tribulaciones, alegría y desengaños.
Llegó a este ilusorio derrotero mental cuando entendió que era todo cuestión de pensar en imágenes. Sentía su propia mente como un filón a cielo abierto, como una herida abierta y sangrante de la que goteaban incesantemente recuerdos grabados a fuego en su retina.
Perdió el miedo. Solía ocurrirle antes que que le rondaban angustias y desesperaciones, forjadas bajo la creencia de que era necesario vivir mucho más y leer todos los libros posibles, para nutrirse de imágenes, símbolos e iconos que diesen coherencia a lo que quisiera contar. Pero, progresivamente, conforme fue escribiendo, entendió que no era así, que estaba cargado y era necesario escribir, escribir sin descanso, hasta la extenuación, para vaciarse, para dejar espacio, para poner un lienzo nuevo en el caballete y cambiar de paso los colores, las técnicas y el espíritu mismo con que se abriría al mundo y el mundo a él. De tal manera solo habría que seguir respirando y soplando al fuego que en su interior ardía cual lengua de espíritu santo. Fuego que era su vida, alimentada y sostenida por cada nueva bocanada, latido y salida matutina del gran astro, entre robustas moles de piedra y metal. Razón suficiente para no hacer nada más que sentir, ,escribir, y bailar alrededor de la ardiente hogera.

martes, 1 de noviembre de 2011

CLARIDAD


Estoy enamorado. ¡Y de que manera! Solo me interesa escribir en estados de exaltación anímica. Es cuando saco lo mejor de mi. Y en muchas ocasiones vuelo tan alto, tan frenéticamente, que no soy capaz de parar. De serernarme, sentarme delante del papel y escribir con rabia, pero sobre todo con fluidez.
Es imposible dejar nada claro, transmitir, impactar, sino tiene uno control, medida, sobre su propia fuerza. No sirve de nada ser potencia si no se sabe apretar el conmutador que hace llegar la electricidad a la bombilla incandescente que brilla e ilumina mi azotea. O más bien, se necesita algún tipo de control, una aduana para las ideas, los pálpitos, el frenesí, una presa que frene los descontrolados latidos de mi corazón.
¡Y es que ando enamorado! Llevo semanas en este estado y aun no lo había escrito con tanta franqueza. No me atrevía a reconocerlo ante mi mismo, en mi fuero interno. Por mucho que pueda alardear de sinceridad delante de otros, como cualquiera, conmigo mismo me hago el duro. Aunque me cague de miedo aprieto el culo (controlando siempre que no reviente la almorranilla maltratada con el whiski del talego) De hecho, incluso diría que la clave de mi sinceridad final conmigo mismo está en la almorrana. Es ella la que me dice: estas maltratandote, no lo quieres ver, ¡míralo! Lo tienes hay delante, ¡no lo esquives!. Y así, termino por aceptar. Las pulsaciones bajan de frecuencia, se esparcen en el tiempo. Los pelos de mis brazos dejan de estar erizados y mis pupilas se cierran hasta llegar a su punto ideal.
En este amor en el que vivo ahora aprendo muchas cosas. No tengo al sujeto de mi deseo cerca de mí. Es la primera vez en mi vida que me pasa esto. ¡Es nuevo! Y no tengo ningún tipo de dudas sobre los sentimientos de ella hacia mi. Ando tranquilo. Lo que me lleva semanas perturbando es el hecho de tener que vivir tan lejos, y no poder sacarme su imagen de mi mente. Soñar con ella. Hablar con ella cada día, recordar de nuevo la distancia. Y ha habido días en que no lo soportaba. Contaba las horas, pasaban con lentitud, como caen las gotas de un grifo mal cerrado. Una gota de dolor a cada hora, cada hora que lentamente pasa, como la lágrima que cae por mi cara compungida cuando soy incapaz de sobreponerme a la realidad.
Con el paso de los días lo he ido aceptando. Tengo muchas cosas que hacer en esta vida. Soy joven, y comienzo a sacar de mi cosas que -joder, volviendo a la sinceridad-, aunque sabía que estaban dentro de mi, no era capaz de formular en mi mente, darles forma vital para sacarlas de mi. Para brillar y que los demás pudieran disfrutar de mi energía tanto como yo la lloraba. Es simétrico el dolor de no poder expresar cuando se sabe uno lleno de sabiduría heredada genéticamente de los ancestros, a la alegría de sacarlo todo. La alegría de darle un bofetón a un amigo con rabia, para mostrarle nuestro intenso parecer sobre sus errores, es equivalente a recibir un buen zarandeo por un buen amigo, cuando uno está perdido y necesita que lo saquen de sopetón de su estado hediondo, obnubilado.
Así que, por decirlo así, he descubierto la rueda. Ya solo fluyo, sin miedo. Desarrollé el freno antes que la rueda, y es más difícil -ya se sabe- calibrar el freno que hacer rodar la rueda. Ser un maestro del freno es un lastre, es morir. Es perder el rodaje, olvidarlo, es construirse un sepulcro, estático, parado, quieto, muerto. Solo rodando se vuelve al mismo punto dos veces, y siempre diferente. La grandeza del presente reside en que siempre es diferente, nuevo. Cada momento es genuino. Aprendemos, avanzamos, pero todo es siempre acción. Siempre somos falibles. Y el entorno cambia, y nuestro cuerpo cambia. Todo el contexto en si mismo varía en proporciones desmesuradas. Aun así, acumulamos sabiduría, práctica y teórica, sobre un mundo que nunca es el mismo pero que siempre vuelve al mismo punto. Es paradójico, y asumir esta idea es el primer paso para aceptar la violación, el error, el desastre, en general, el mal, como uno de nuestros grandes instructores. Disfruto porque sufro, deseo por que estoy vivo, y sufro porque deseo, y finalmente, disfruto nuevamente sufrir, porque... si la vida es la administración de la duda... ¿Qué es la duda?
La duda es indecisión en relación a algo. Qué deseas. Porqué sufres. Para qué vives.
Esa es la gran duda. Pero si solo dudas, si no superas mediante la acción el freno a la misma, es decir, si no superas la duda al respecto de qué quieres hacer ahora, en este infinito presente, solo sufres. Solo se aprende a gestionar el deseo mediante el sufrimiento, superando la duda mediante la acción. ¡Elige y hazlo al mismo tiempo!

lunes, 24 de octubre de 2011

El comienzo del otoño.

El ambiente está cargado de tensión. No es una tensión que se acumule, por el contrario se desprende y descarga continuamente. Nos miramos los unos a los otros y nos sabemos mirados, nos escuchamos e intentamos entendernos sin mucho esfuerzo. Cuando no resulta, no resulta, y no hay problema. Veo la energía saltar en forma de chisporroteos cada vez que chocamos suavemente, con los marcos de las puerta, las mesas y las sillas. Sale volando la comida y es devuelta siempre al plato del que procedía, no hay perdida. No se acumula tensión. La hay, pero está en constante liberación, tenemos mucha, mucha, mucha. Nos violamos, con la mirada, cuando el otro está de espaldas, con palabras, escritas en la pared, nos manifestamos, no tenemos vergüenza, no hay tensión, se desprende sin parar.
Las cosas están bien, el otoño ha llegado de golpe, el cielo se ha encapotado, todo es gris y llueve, llueve sin parar. Es lo mejor que podía pasar, el cambio ya estaba tardando en manifestarse, estamos en la última semana de octubre. Ahora llevo mi jersey rojo casi granate, que me hizo mi madre a mano, de lana gorda. Es acolchado, se estira, se amolda a mi forma. Me quiere la lana y yo ronroneo dentro de ella.
Ando en una constante futurización de mi vida, me cuesta asimilar el pasado más reciente, conforme sucede se me olvida, de nuevo miro adelante y así no aprendo. De nuevo choco contra lo que ayer choqué. Repito los patrones por no ser capaz de parar a reflexionar. Pero no hay pérdida, no hay miedo, ya esta todo pactado con el diablo. Solo falta creencia, el pacto ha sido telepático y nunca he tenido al diablo frente a mi, nunca nos hemos mirado cara a cara. Aun así, sé que está ahí, solo que aun lo obvio.


Hemos comido como cabrones. El tiempo se ha parado, ahora es imposible pensar, no hay nada que pensar... el estomago está trabajando. El ritmo sigue sonando en mis oidos, Brasil, tierra húmeda. ¡Quien fuera a allí! Me olvidaría de todo. Eso si que sería parar el tiempo. Hoy, parece que estamos en Brasil. Todos adormilados.


 
Ahora ya no me reconozco. No sé hace cuanto entré en esta habitación, me siento aquí encerrado y a la vez no quiero salir. No paro de comer y de fumar, acumulo tensión en mi sesera. Estoy apático, necesito actividad pero no la provoco, espero a que el ambiente me azote. Espero a que llegue de nuevo la tormenta, mientras tanto, aquí agazapado mato el tiempo, espero. Espero verte pronto. Tengo la insaciable necesidad de verte y tocarte y sé, en el fondo asumo, que no te voy a ver. Y te asumo lejos, inalcanzable en la distancia. Y también tengo miedo de cansarme de esperar, temo liberar la tensión, por no ser capaz de soportarla. Estoy embotado, con los ojos hinchados de mirar la pantalla de mi ordenador, de leer y leer páginas del libro que tengo entre manos. Harto de estar sentado, plegado, en mil posturas diferentes, harto de toser, quedarme frío, adormecerme a cualquier hora, esperando, esperando. ¿Qué es lo que estoy esperando? Recuerdo, de nuevo choco contra el suelo. De nuevo, no me queda más remedio que ser humilde, ser sincero conmigo mismo. Te fuiste, y me llevaste contigo, y aquí solo queda mi cuerpo anhelante. Me llevaste como lleva el caracol su casa a cuestas. Y yo soy solo la baba que se quedó pegada en las aceras de la gran ciudad ruidosa y dormida. Te recuerdo y con ello me disipo, dejo de ser, me siento calentito dentro de tu cabeza, soy más en tu cabeza, como recuerdo, como anhelo, como necesidad, como amor, cariño y pasión. Que aquí en mi presente, anonadado, inexpresivo, acobardado, incapaz de mover mi cuerpo, de gestionar mi energía, de ejercer mi voluntad.
Incapaz de sacar nada de mí, me tanteo una y otra vez, inevitablemente. Busco cobijo entre las páginas de los libros que me apasionan, me escabullo de la realidad en palabras de otros, en palabras de muertos. Siguen pasando los coches, la gran hilera de coches y todo tipo de vehículos que suben por la avenida, desde el río, y más allá, y más allá aun. Abren y cierran los comercios. Antes o después, con el movimiento del viento me muevo yo. Me veo impulsado, no puedo estar aquí parado mucho más tiempo. Hay cosas que hacer, sé que hay cosas que hacer, pero me limito a verlas pasar. Y no pasa ni la mitad de lo que debería. Hay una nebulosa en mi cabeza. Necesito que salga el sol para poder pensar. Es como si me hubieran clavado un trozo de metal en mitad del cráneo, ocupa un espacio esencial para mi. No puedo pensar, olvido lo que me había propuesto hacer. Pierdo la noción del tiempo y sigo aquí, de nuevo y siempre aquí, aquí presente pero enajenado. Siempre presente y fuera de mi. Meditabundo, con dolor de cabeza, lloriqueando en soledad, incapaz de alzar la voz por encima de mis pensamientos. Callado, como un libro cerrado. Esquivo conversaciones, declaraciones, historietas, sentimientos, reyertas de todo tipo, bromas e insultos, y reconciliaciones. Estoy anulado. Lo que yo no haga no sucederá, y no sucede nada pues estoy aquí tronchado, infectado de una irrefrenable pasividad.
Mañana será otro día. Algo sucederá, todo, de nuevo empezará a girar, ¡Qué empieza ya! Y que me arrastre, necesito que el tiempo y el espacio se organicen de nuevo a mi favor, que me vapulen y me arrastren como al jinete herido atado de una pierna a su caballo desbocado.

viernes, 7 de octubre de 2011

the pretentious

Asumo la dificultad de que se me entienda, y sobre todo asumo que no me quieren entender. Asumo que las palabras me esclavizan, y aunque se dice que el viento se las lleva en ocasiones elevan o se graban a fuego, en algunas personas, como en la madera. Es entonces cuando pueden acusarte de aquellas intenciones de que demasiado claras dejaste. Y puede que hoy haya cambiado de opinión y no me convierte ello en un hipócrita. El que vive constantemente pendiente de su integridad tiene un problema, tiene la necesidad permanente de juzgarse, de querer moverse dentro del marco moral que él mismo, a través de los otros, se ha asignado. Es lo mismo decir que es un necio.
El mal es bueno, porque nos libera, nos enseña límites, tanto cuando nosotros los llevamos a cabo, como cuando lo sufrimos proveniente de los demás. De todo se aprende si no tienes el cerebro seco.
No siempre las cosas salen bien. Pero ahora sé, igual que antes ya sabía aunque con menos capacidad de creer, que todo es superable mientras mi sangre siga fluyendo dentro de mi. No es malo el mal, malo es el miedo al mal. El miedo, raíz, origen esquizofrénica de toda vida en común de los humanos, está, al menos en mi, destinado a morir. Sobre todo, a morir antes que yo. En consecuencia, voy a estar vivo sin miedo, y eso, a cualquiera, lo reconozca o no, le sonará a mito, a falsedad. Un imposible. Pero yo, no tengo límite, y estoy tan seguro de poder, que sé, que a pesar de ser mortal como cualquiera, no puedo morir. Y si muero, será solo para los demás, nunca para mi.
Estar aquí, en esta ciudad, capital del país en que he nacido me ha enseñado y me está enseñando cientos de cosas que voy asimilando con el tiempo. El año pasado pretenciosamente me aventuraba a escribir que ya no tenía casi nada que aprender. El año pasado, sufrí un cambio drástico en mi configuración interna, cósmica, y de un momento a otro, igual de limitada que infinita. Hoy, meses después, entiendo lo que entonces sencillamente vomitaba sin ser capaz de reflexionar. Lo que antes era una intuición, es ahora una evidencia.
No he contado nada aun, y puede que muera sin encontrar el reconocimiento de mis semejantes, lo que no me achanta, porque aprendí de algún que otro gigante, que no hay que escribir más que para uno mismo. Y en mi caso, como en tantos otros hijos de puta del calibre del mio, asumo que mis prójimos o están muertos, o no han nacido, o no nos podemos reconocer por altivos y vanidosos cuando nuestras auras coinciden en el mismo espacio.
Me dedico por ahora simplemente a lanzar palabras al aire. Siento como si aun estuviese limpiando el trastero de mi casa. Llevo acumulando cosas mucho tiempo, y no me pondré aquí a hablar de mi infancia, porque aun no soy lo suficientemente viejo para recordad esas cosas. Dicho de otro modo, en mi trastero, la infancia está representada por aquellos objetos que más polvo tienen, que se encuentran cubiertos por otros miles de cacharros inservibles que en mi están encerrados.
Quizá, conforme vaya sacando cosas, limpiándolas, abrillantándolas, vaya también recordando. Sobre todo no tengo prisa, no quisiera formularlo como suelo hacerlo a pie de calle, para dejar algún sabor a quien tenga la oportunidad de ver en directo. El caso es que sé que soy Sancho Panza, que voy montado en un bonito burro, tan suave y peludo como Platero, que observo las andanzas de las grandes mujeres que danzan a mi alrededor. Y sé que como hombre, solo me enorgullezco de mi cuerpo extraño, y que mi mente traspasa o quiero que así sea (para ser siempre sincero), los tópicos sociales que colocan a cada cual en un bando. Y en todo caso, si soy hombre, eso no me aleja del género opuesto, sino que me acerca, me completa, por eso desprecio a los hombres, porque la mayoría no solo no me completa, sino que quieren destruirme. Y las mujeres, me aman, me respetan, y me estimulan. Me escuchan e incluso, las más estrechas, tanto de piernas como de mente, me odian. Y sé, que el odio, es de los mayores piropos que aun pueden echarle, porque implica la atención más enérgica de otro sobre uno, lo cual empequeñece y ridiculiza al primero, y eleva y potencia al segundo.

domingo, 2 de octubre de 2011

La balsa varada

Estoy varado en el tiempo, en un balsa arrastrada por el oleaje. El sol me pega, y me tuesta, apenas llevo agua, estoy muy tranquilo. Unas aves me sobrevuelan, la costa ha de estar cerca, pero hace días que no la veo. Quizá esperan a que me muera esta jodidas gaviotas, para sacarme lo ojos como quien se come un caracol. No esperaré a comprobarlo, antes me como yo la balsa a bocados y me voy buceando. Hay un bar aquí abajo, en el fondo del mar poco profundo, al lado del coral. Ponen un batido de algas que resulta rejuvenecedor y dicen que dota al semen de una textura más elástica incluso eléctrica.

El caso es que yo me construí esta balsa para escapar de algo, pensando en salvarme, escapar de algo que me angustiaba y me impedía vivir como mi cuerpo me pedía, como me lo pedían los rayos del sol. Ahora ya no recuerdo bien, se han dispersado las ideas dentro de mi. Ya no distingo bien, asimilé demasiadas cosas, no pude controlar el desarrollo de los acontecimientos. No siempre hace uno las cosas bien, y a sabiendas de esto tampoco aprende uno todo lo que pudiera de las situaciones. Bajo la asunción de que volveremos a cagarla, esperamos a que suceda, nos acercamos a la montaña de caca nosotros mismos, para repasar su olor, forma, textura, volumen. Sé que me entendéis, incluso los que no me miráis. No podía estar por mas tiempo en ese lugar.

Llegados este punto no sé por donde seguir, algo me dice que debo tomar una decisión, y solo dejo que las cosas sucedan, tengo mi cuerpo utilizando las reservas de energía, mi pasividad es total. El sol sube y al rato vuelve a bajar. Yo apenas he cambiado mi posición, sigo aquí dejándome tostar por él. Sé que está en juego mi salud, pero igual que tú no me quieres escuchar y entender, yo no quiero hacerlo con ella. Soy un cabezón y estoy perdiendo demasiada energía, si continuo por aquí, verdaderamente llegaré al punto que quería evitar. Necesito agua fresca.

Lo que me ocurre realmente es que no me siento capaz de manejar a mi antojo la realidad, y esto después de haberme armado de valor para construir esta balsa y lanzarme. Me aplastan mi propios proyectos. Una vez contraídos los músculos mi mirada se vuelve incandescente, abrasadora; así me vuelvo una masa informe y ardiente. Si tú no me tocas no te quemaras, yo no puedo moverme por mi mismo, solo bajo el influjo de tus reacciones. Aquí estoy en mi balsa, las olas me zarandean y de cuando en cuando cambio de posición esquivando las salpicaduras frescas y saladas.

Me entra hambre, mi realidad es muy estrecha, muy limitada, se acaba demasiado pronto. No quiero que se acabe aquí, pensé... no lo pensé mucho, no muy a fondo, pero soñaba aun con hacer al menos algunas cosas más. No quiero acabar aquí mi partida. Seguro que en el fondo del mar hay un montones de doblones de oro, grandes monedas para echar otra partida, para ganarle el pulso de nuevo a la muerte.

En mi desesperación me he puesto a chuparme un dedo, se me ha pasado fugazmente la idea de morder a mi presa y arrancarla de cuajo, de mi propio cuerpo. ¡zum! Vuelve a pasar vertiginosamente, el sol empieza a moverse como un péndulo sobre mi cabeza, mi cerebro esta hecho papilla burbujeante, lava incandescente.

Y muerdo, grito como un cochino y escupo. Me he arrancado el anular, me he quedado muy delgado, tantos días en esta posición. El dedo era puro hueso, la verdad es que no me duele mucho, los rayos del sol cauterizan mi herida, debe estar el ambiente a unos ochenta grados. No recuerdo de que huía pero, no creo que fuese del calor, el que tengo yo ahora mismo es criminal. Si consigo sobrevivir a esta peripecia en la que me he metido, a mi vuelva a tierra, hablaré con las naciones, este calor es inaguantable, me indigna sufrir estos percances tan poco deshonrosos en mi odisea vital.

Siempre creo que avanzo, se forman espejismos nebulosos en el horizonte y creo ver que me acerco, sueño con acercarme, cambiar mi situación. Y siempre me alejo, solo puedo divisar, eso es lo más cerca que puedo estar de mis deseos. Puedo observarles como animales en el zoo, pero no puedo cumplirlos, no puedo irme a la selva dionisíaca con una jauría de animales salvajes a mis espaldas, todos en pelotas, votando lo genitales y las pechugas.

Ahora, acabo de despertarme, no se si esta subiendo el sol o bajando. Estoy varado... aun tengo esperanza, el mundo es muy pequeño, alguien pasará por aquí. Ahora recuerdo, he estado soñando mientras dormía. Tengo imágenes difusas en la cabeza, me vienen lágrimas a los ojos. Recuerdo, grandes peces espada saltando alrededor de mi balsa, haciendo una danza, un cortejo, aislándome de las corrientes marinas y conduciéndome a mejores lares, más aptos para la vida de alguien a quien prometieron tantos tesoros en la vida. Es larga la historia de cómo llegué a esta situación, y no es que no recuerde por qué estoy aquí, no quiero recordarlo, quemé la herida. Mi cerebro es como una pasta de leche y galletas reblandecidas, no puedo ir muy lejos con este cuerpo. Parezco el típico extraterrestre que uno espera que invada la tierra, y todos los días mirando al cielo, pidiendo que caigan naves espaciales. Así pasé yo la adolescencia, sino naves, al menos que llovieran sapos, me habría dado con un canto en los dientes, habría dado mis dos paletas por ver llover sapos... pero en aquellas tierras nunca llovió. Era un ambiente asfixiante ¿tanto como el de esta balsa? Como mínimo puedo decir que era diferente, tenías la seguridad de poder hidratarte, antes de que el sol cayese bajo el horizonte, yo llevo semana y media sin probar otro líquido de mi propio sudor y saliva.

La realidad está aquí, ante mí, siempre la misma. Debo poder modificarla, debo medir mi poder para controlar mi vida, mis decisiones tienen consecuencias, y motivaciones, he de hacer caso a lo que me dice mi intuición, he de poner en marcha mi cerebro, detener el hervor que lo consume.

Problemas del discurso

Tienen dos opciones, y ustedes me dirán si prefieren que les cuente lo que les cuento a todos, oigan lo que han venido a oír, lo que quieren oír, quedarse tan panchos e ir a comer cada uno a su casa y contarle a papá y a mamá lo que han aprendido hoy. O si prefieren que les diga la verdad y en consecuencia ustedes se cabreen conmigo, al igual que todos mis camaradas, cada uno con sus razones. Unos por no estar escuchando lo que habían venido a escuchar, y ha estos al final da igual lo que les digas, porque mañana se levantarán y guardarán al fin y al cabo un buen saborcillo del día de hoy, porque considerar que algo se habrán culturizado, algo habrán aprendido. Y en realidad no han sacado nada en claro. Y los otros, mis camaradas de batalla. Se cabrearán conmigo porque contarles a ustedes las verdaderas razones y las verdaderas causas, cada unas en su contexto, en su escenario. Porque, al fin y al cabo, ustedes van todos bien vestidos y bien comidos. No tienen ni la menor idea de lo que hay ahí fuera. Y vienen aquí para vislumbrar un poco. De alguna manera consideran esta conferencia como... como un rendija en el muro por la cual, aunque no se ve una mierda, ni llega el olor del otro lado... husmeamos de todas las formas posibles. Y es un acto patético. Pero es que en el primer mundo casi todo es bastante patético, y está muy alejado de la realidad. Es sencillamente una pompa. Una pompa para el que está dentro, un garrote para el que tiene que mantenerla, a unos centímetros del suelo, para que la pompa no reviente, un mundo en constante levitación, en constante éxtasis, un mundo muy cercano a Dios.
El caso, es que, contándoles yo esto así contado, les estoy incitando aun más a husmear, y rascar la grieta, por si se abriera un poco más. Y hasta aquí mis camaradas me aplauden ¡miren sus caras que sonrientes! Van a reventar, como los ojos de aquel chico de la octava fila. Si señor, todo un revolucionario. El caso es, finalmente, que tanto ustedes como mis camaradas están hechos de las misma pasta. Eso, o ustedes son increíblemente bobos. No, no me malinterpreten. Lo que quiero decir, es que la realidad, dentro de la pompa se vive muy bien, al menos, hemos de decir, que no entran ningunas ganas de levantarse y luchar, como mucho hay fuerzas para alguna manifestación programada o una conferencia de este estilo. Pero nada más. Todos queremos seguir dentro de la pompa. Pero ustedes quieren sentirse realizados, quieren dejar su mente en paz con el mundo, con el mundo-pompa claro está. Y mis camaradas quieren aprovecharse de la debilidad de ustedes, y sacar tajada. No es que sean unos mercenarios, estos que veis aquí, mis camaradas, utilizan el dinero con gran responsabilidad y tienen claro qué están haciendo con su vida, y qué más quieren hacer. Lo que pasa es que no tienen ninguna esperanza de que ni un tercio de ustedes, tomen la misma decisión que ellos y esta es la razón de que solo aspiren a sacarles a ustedes los cuartos. Y para terminar, es por esto por lo que les decía a ustedes que no les iba a gustar lo que les iba a contar y que se cabrearían conmigo ustedes, y mis camaradas. Y ahora mírense las caras los unos a los otros. Yo soy aquí el único bobo que se ríe de la ironía. Y si, es un espectáculo bastante patético.

El tonto de turno intentando entender

La vida es pura contradicción. Todo el santo día intentando entender para finalmente resignarnos al absurdo. La única salida pasa por reírnos de nosotros mismos, y esa risa, si es nostálgica, es patética. Y si es nostálgica lo es porque añora los esquemas mentales que lleva años intentando aplicar como le han enseñado a uno a aplicar.
Ocurre mucho que los términos y las situaciones, las fuerzas en contradicción, se muestran una y otra vez a lo largo de la historia y se dice, que aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla. Y conocer la historia es tener conciencia de los significados heredados de los humanos que estaban antes que nosotros haciendo aquí en este mismo mundo que, aunque diferente, sigue siendo básicamente el mismo. Podría parecer que tener conciencia es lo contrario a aceptar el absurdo de la realidad. Porque de nuevo nos encontramos ante un intento de entender. Pero de nuevo, tras creer entender algo, nos vemos rodeados otra vez de miles de dudas, de ideas inconexas, de tristezas y alegrías incontrolables, deseos oscuros, rabietas... y de nuevo, ante la imposibilidad de comunicarnos con ningún semejante en estos términos, volvemos a ahogar nuestra intuición en el seno de nuestra alma. Y finalmente llegamos al tedio, al aburrimiento absoluto, al vacío, y nos sentimos atados a la pata de una cama, incluso a una simple estaca. La vida es absurda, por la misma razón que la vida es amoral. Y cuando digo la vida me refiero a lo que en ella sucede, porque la vida es un concepto formado por lo que los seres vivos hacen mientras sus corazones laten, y la vida está representada únicamente por los seres que ahora mismo laten, los muertos estuvieron vivos pero ya no lo están, y ya nunca lo volverán a estar bajo esa forma.
Sé que parece que deliro y que mi discurso es puro bandazo, pero, a donde quiero llegar es a donde he empezado a contar. La vida es pura contradicción y como tal es extremadamente amoral. Los seres vivos a los que me refería, están vivos por primera vez. Ningún ser conoce. Los seres nacen con impulsos. Aun con ojos, oídos, gusto, olfato... aun así, los seres vivos chocan continuamente con todo lo que les rodea. Ora se muestran valientes, ora se muestran cobardes, se asustan y huyen. Cuando menos lo esperas vuelven a sacar pecho y a lanzarse locamente a la batalla, quizá como último recurso para intentar salvar su vida, quizá bajo la idea de que solo así merece ser vivida la vida, enfrentándose al entorno. Y todos los seres vivos nos sabemos inmersos en un entorno. Y lo seres humanos hemos creado un trastorno brutal. Hemos alterado bestialmente las relaciones en comparación con el resto de seres que viven en nuestro planeta.
Muchas veces se ha dicho que el ser humano es de naturaleza diferente al resto de los seres vivos. Esto puede ser cierto, y puede ser muy difícil de rebatir en ciertos aspectos. No podemos desdeñar el hecho de que el potencial del ser humano es descomunal respecto al resto de seres vivos. Lo único que ocurre es que aun no hemos tocado nuestro propio techo. Somos como un niño con un arma, es un jodido peligro, tanto puede dispararse a si mismo, como podría disparar contra cualquier otro ser.
Fundir el bien y el mal puede llevarnos al cinismo. Al oportunismo. A la soledad, a la pérdida de la esperanza de empatizar. En términos capitalistas es difícil rebatir estas ideas. Ocurre lo mismo que con el planteamiento de que el ser humano es de naturaleza diferente al resto de los seres vivos. Como decía, nos es que seamos de naturaleza diferente, sino simplemente que percibimos el absurdo de la vida. Nos reímos, y eso no lo hace ningún otro ser. La vida da igual más para cualquiera de los humanos que para una hormiga o para un árbol. En términos sociales, y en consecuencia mercantiles, capitalistas, saber esto puede llevarnos a pensar que lo mejor que podemos hacer en esta vida es ser descabellados. Solo que esto es solo el principio. Una vez desistes de esa idea, regresas de nuevo a ti. Regresas a tus impulsos. El humano, por muy anti-animal que pueda parecer, por ser profundo, mental, asesino, sensible, extremo... sigue estando unido a sus instintos más primarios, nuestra naturaleza entonces, es igual que la de el resto de los animales. Repito que la diferencia radica en que el humano es consciente del absurdo de la vida, de lo amoral de esta. Es consciente de que solo se vive una vez, por muchos dioses que nos metan en la cabeza. La manzana que cogimos del árbol estaba rica, y nunca volveremos a probar una igual, y eso lo sabemos todos, otra cosa es que lo reconozcamos. Otra cosa será que vivamos intentado aplicar unas técnicas burdas, torpes, toscas, difusas, amaneradas, acongojadas.
A través de la imagen de la realidad que nos dan, en cualquier cultura, no podemos entender el sentido real del mundo. En tanto que viajamos y nos enfrentamos a las contradicciones, y siendo siempre cautos, siempre atentos y curiosos, nos damos cuenta de este absurdo, sin ser necesario viajar mucho. Y en este mundo en que vivimos hay muchas personas que saben esta verdad velada, y aun así siguen con sus vidas prefabricadas, como todo lo que consumen. Solo los artistas, y más cuanto más puros, escapan a esto. Crean su propio mundo. Su razón de vivir consiste en llevar a sus semejantes a su mundo personal, o colectivo si es compartido, pero siempre limitado. Siempre absurdo, siempre cargado de expresión, de un idioma místico que busca poner el estómago del revés, que busca la carcajada, que busca la enajenación, que busca utilizar todo el esfuerzo del cerebro en una tarea inútil pero que es la única tarea propia del humano, genuina materia que ningún otro ser maneja. Hacer el idiota, dar movimientos en falso, sorprender, crear espectáculo, visibilizar, expresar, comunicar, enajenar, emancipar a las mentes del mundo. Las miserias del mundo tienen origen en el pensamiento de que la vida es subsistencia, cuando los humanos desperdician los víveres como quieren, y una gestión de la subsistencia y la libertad quedaría resuelta simplemente aplicando una escala de valores en la que lo más importante es hacer cosas improductivas, no hace falta comer superbien, dormir superbien, y follar mucho. Todo eso es fácil de conseguir. La gracia de vivir, la clave de la existencia radica en olvidar todo eso, en olvidarnos aun más de que somos animales que tenemos que subsistir, y enfatizar nuestra animalidad en su sentido más humano, utilizar toda nuestra fuerza intuitiva para crear impulsos, lenguajes, esquemas personales. Dedicar todas las horas de todos los días de nuestra vida a jugar con nuestro entorno. La política es un absurdo porque trata de buscar la mejor forma de organizar la sociedad, y cada facción ideológica apoya más unos aspectos de la vida diferentes, siendo todos ellos arcaicos, demasiado naturales, demasiado animales. El trabajo para alimentarnos, para tener una casa y vivir con dignidad, todo eso forma parte de ese esquema mental que nos impide aceptar que lo único que se nos da bien hacer son cabriolas, y tomarnos eso muy en serio, tan enserio como ahora nos tomamos el trabajo, y el futuro. El futuro es una convención, como todo lo demás, la realidad es la sustancia más plástica con la que nunca vamos a tratar. Admite muchas posibilidades porque en cada nueva manifestación hay una nueva reacción, y así hasta el infinito. La causa del caos de la mente humana quizá esté también en la naturaleza, y se dice que la naturaleza es armónica, ella da, ella quita. Y el humano, quizá sea la mejor obra de nuestra naturaleza, la mejor combinación que ningún ser vivo haya visto jamás, y quizá hayan habido otros seres más potentes aun que nosotros, pero como tantas otras ideas, esta no sirve para nada ser pensada, tomarnos como los más potentes es lo mejor que podemos hacer, mientras no se demuestre lo contrario.

Si estás a mi lado

Si estás a mi lado
no me pidas explicaciones
no se que he comido hoy
no me preguntes porque no me cuido.
No porto en mi corazón
los deseos no cumplidos
de todos los miserables del mundo.
Si estás a mi lado
apriétame fuerte
solo necesito saber que
estás ahí, que no estoy solo
no necesito que me escuches
tampoco quiero escucharte
me basta con saber que estás ahí
que no quieres acabar conmigo
que te da igual si he comido
si me drogo o que he andado haciendo.
Siempre puedes irte
no intentaré retenerte
pero mientras estés a mi lado
abrazame fuerte

M-tralla

(escrito el 15 de marzo de 2011, publicado en El zulo de la ideacas)

Me acerco, siento que me acerco. Que entiendo mejor, a mi mismo, en el buen sentido. Y al resto, a la sociedad en general, en el mal sentido. Casi todos los días, al menos durante un ratito, alcanzo ese estado. Me levanto más o menos animado. Cuando salgo de casa, salgo hecho incluso una fiera, me siento guapo, joven, potente, contento, en definitiva, imparable. Y ahí esta la realidad, la responsabilidad, el deber, la moral, las caras de todas las personas a las que miro y me transmiten eso. Y lo veo en mi mismo en muchos comportamientos de los que me despego cada vez que recuerdo, cuando recuerdo, y recuerdo cada vez más, como digo, casi todos los días. Y no leo libros donde me digan lo que tengo que hacer. Y no escribo lo que pienso, porque apenas soy capaz de verbalizarlo, aun así, lucho por ello, pero, sin ningún tipo de sistematización, sin prisa por llegar, ni entender, no creo que esto tenga final. No creo que nunca me sienta pleno, me parece bárbaro, maleducado querer sentirse completado. Siento que me acerco, y luego me da asco y me alejo. Otras veces me quedo simplemente contemplando embobado.
Mil personas podrán decirme que soy triste, patético, que no tengo sueños, que no creo en nada, que no tengo esperanza, que me puede la desidia, que las cosas que pienso no llevan a ningún lado. No tengo interés en la sociedad perfecta, ni en los trabajadores, y los sindicatos, aborrezco el trabajo. Aborrezco el concepto de trabajo. Me gusta sudar, intentarlo de nuevo, y si me canso dejarlo, relajarme, hacerlo cuando mi cuerpo pueda y me lo pida. La sistematización en la manera de transmitir el saber es jodidamente decadente, todos lo sabemos, lo obviamos, nos engañamos a nosotros mismos, y consideramos que vivir en la mentira es la única manera posible de vivir. Yo ni siquiera soy filosofo. Puedes leer filosofía, y puedes no enterarte de nada. Puedes vivir, observar, tener prejuicios, tener miedo, caer, desesperar. Y puedes coger de nuevo un libro de filosofía con actitud cínica y desconfiada. Y solo llegarás a la conclusión de que eso nunca debería ser escrito. Los filosofos no hablan de la verdad que viven, escriben mogollón de libros con mogollón de palabras, y solo lo entenderás si lo sientes. Nietszche lo sabía, y no debió escribirlo, el mismo sabía que no lo entendería cualquiera, y yo no lo leo, porque lo entiendo... y eso me lía la cabeza, porque no tengo que entenderlo, tengo que sentirlo, y puedes sentir cuando vives, pero no cuando te devanas los sesos por tratar de entender lo que este tipo te cuenta. Es un grandisimo hijo de puta, bastó que dijera que no le leyeras, para que todo dios quisiera leerlo, y nadie lo entendía, durante un siglo nadie lo ha entendido. Yo lo entiendo, y no lo he leido. Es de locos!!! Y esa es la tesitura en la que nos hayamos, nadie hace lo que quiere, todos asumen que su tiempo no les corresponde, que tienen que formarse, caminar hacia un fin, cada vez más tedioso, cenagoso... el río por el que descienden termina en un pantano intrincado y sin salida. Están perdidos y se hacen viejos y pierden la oportunidad y las fuerzas para tomar posesión de sus vidas, no somos capaces de hacer lo que deseamos. Y si lo que deseas es ser dueño de una empresa, es que no sabes lo que la vida puede ofrecerte. Es que no te quieres, no amas tu vida, no la VIDA, como si fuera una zorra cósmica que nos pare, no, la vida propia, la única que nos pertenece.
No creo que las cosas vayan a cambiar, así lo dice la historia, no sé lo que es natural y lo que no, no puedo escribirlo, no puedo dar claves, solo puedo sentirlas, apenas puedo comunicarlas. ¿Es el ser humano superior al resto de lo animales por su comunicación, por su lenguaje, su teleencéfalo altamente desarrollado y su pulgar oponible?
Esta claro que estas cosas nos han servido para construir todo lo que tenemos, pero apenas sabemos para qué tenemos lo que tenemos, no sabemos porque hacemos las cosas que hacemos, y por supuesto, no queremos preguntarnoslo, nos aterra. Comunicarnos y razonar, pensar, nos ha servido, para que sea de mala educación sacarte un moco que te molesta en la nariz, también para separar los baños de los hombres y de las hembras, para que nos den asco los pedos, la mierda, para que no veamos lo que no queremos ver. La comunicanción solo nos ha servido para odiarnos, tenernos más miedo aun los unos a los otros, porque tu palabras se me clavan, ocupan mi mente y no dejan espacio a reflexiones propias, no puedo pensar con la televisión puesta. Perdonadme si intento utilizar el lenguaje con un tono subversivo, perdonadme por no usarlo para transmitir conocimiento, perdonadme por no querer fomentar vuestra emancipación, perdonadme por no creer en vosotros, por no tener esperanza en nada.
Solo tengo que decir que ya hemos ganado, que no os preocupéis, que cuando os sintáis agobiados, saturados, vengáis a mi, y como idiotas que sois os volveréis a ir, eso es lo que os merecéis. Dejad de leer esto, sea quien sea quien lo lea. Y la última sentencia: Dios le da a cada uno lo que se merece. Tú eres el dios, y todo el día te estas flagelando. Yo soy un miserable anfibio que no consigue desprenderse de todos los recuerdos, que no consigue olvidar, y solo eso es lo que quisiera. Dios le da a cada uno lo que se merece. Así que, has de saber que si lo quieres lo tienes, si no lo haces tú no lo hará nadie pero, no sirve de nada plantearse ir a la luna, ser un virtuoso, tocar el cielo, dios eres tú, y con tu teleencéfalo altamente desarrollado y tu pulgar oponible pueblas más que nadie este planeta. Deja de dudar sobre tu propia esencia, vive, acumula experiencias. Siente el calor del ambiente. Déjate llevar, no tengas miedo, baila conmigo, olvida, sonríeme. Ya hemos ganado, hemos dejado de desear, no queremos instruirnos, vente conmigo amada mía humanidad, quierete, aunque sea un poco. Tómatelo con calma, cada día que piensas vuelves al punto anterior, no avanzas, te quedan un millón de días, desperdicialos, no pienses. Acercate a ti mismo, a tu propia visión del mundo.
Me muero, me ahogo, me siento solo, no tengo esperanza de que me entiendas, te resultará esto quizá hasta asqueroso, siento que me repudias, tengo miedo, no soy capaz de separarme. No veo la luz al final del túnel, creo que no hay luz, hay instantes, chispazos, pero nunca veremos todo arder, esto es un planeta, no es una estrella, no es el sol, no es dios. Esto es mucho mejor, aquí se está calentito, tu piel y la mía son suaves, y la del perro y el ratón y el gato, y el ciervo y el toro. La tortuga es más viscosa, como la rana. Todos estamos profundamente, apasionadamente contentos de vivir, tenemos un padre y una madre envidiables, cuanto más solo me siento, más necesidad tengo de conectar con estás percepciones últimas, ampliadas hasta la deformación. Convertir en obsoleto todo lo anterior. Intento sintetizar, te digo que lo intento aunque no me creas, no quiero que me creas, me da lo mismo. Yo tampoco te creo a ti, pero no te vayas de mi lado, miénteme, dime que nos volveremos a ver, así, nunca más pensaré en ti. Tengo la cabeza tranquila, los músculos relajados, no tengo prisa, ni sitio al que ir, ya no me queda casi nada que aprender, lo poco que sé, lo he aprendido solo, nadie me lo ha dicho claramente, he atado algunos cabos... lo que queda por aprender son menudencias, cosas que no son tan imprescindibles. Puedo confundirme, conseguir el efecto contrario al que pretendía, pero eso ya lo sabía, no me preocupa, es una tontería. Soy sensible, eso es lo único que sé, y las imágenes, y las frases se graban en mi, todos violamos la intimidad secreta de los demás, vivimos muy cerca unos de otros, no nos vemos con perspectiva, no podemos querernos de verdad, como se quiere en la lejanía temporal, en las ganas de volver a ver, en el anhelo insaciable. Quiero estar triste y sollozar para poder reírme si parar. Que estés a mi lado y que te vayas, y que venga otra, y otro, y que nadie quiera nada. Quiero vivir como si ya me hubiese muerto, como si no pudiera morirme, morir es imposible, eso es lo que me digo. No entiendo, pero sé que no hay otra manera, que solo así es como puedo sentirlo.
Un besazo para mis calabazos.

jueves, 31 de marzo de 2011

S

Una madre, más o menos joven, soltera, rubia de bote, vestida de chandal barato, el pelo recogido en una cola de caballo. Un niño y una niña danzando a su alrededor, diciendo tonterías, perdiendo el equilibrio por el continuo traqueteo del metro. Los niños se mueven como drogados y risuñeos. En un momento dado el metro llega a una parada, el niño pierde el equilibrio y va a parar directo a una de las barra amarillas para agarrarse, se da en toda la sien y se pone a lloriquear, su hermana se rie de él y su madre le coge de la muñeca y tira para que no se rezague, se bajan del tren apresuradamente.




En el autobús, de vuelta de la universidad, en los asientos de minusválidos, embarazas y viejos. Ocupados ahora por dos chicas, enfrente mia, y por mí, enfrente suya. Su asiento es la excepción del bus, son más anchos y caben las dos repanchingadas, una es más o menos normal, más o menos fea, con la nariz de brujilla, la boca estrecha y con expresión de asqueo, pero por cansancio o saturación, más bien, como expresión suya de relajación, contracción del entrecejo y tensión en los pectorales para mantener esas tetas, será fea, pero unas buenas tetas siempre son comentadas, antes o después. Ella de piel morena como de plastiquillo, y su amiga rubia, con gafas estilo jon lennon pero también de plastiquillo, negro, más toscas de lo preciso, vestida de colores llamativos, como ochentera digamos, pero pijilla a la vez. Antento a la personaja, con la cara de chulapa, toda ella como una zanahoria que cree que puede con todo, muy despreocupada, pero como posando todo el rato. Forzada la cabrona, y yo enfrente de ambas, me entraba la risa. Tenían conversación secas, directas, se giraban un poco al hablar, pero sin llegar a mirarse, como cruzando las miradas, y cuando terminaban su frase volvían a la posición inicial, de: estoy tomando el sol en el bus en medio de la autopista.

Una madre, joven, joven de cojones, que sé yo, igual veintisiete, para no quedarme corto, pero es muy posible que más joven. Sentada en el metro, con un carrito al lado, con su hija, también rubia. La madre con si estilillo alternativillo, con su riñonera, su ropa sencilla pero curiosa de algodón. La hija jugeteando con un libro de hojas de carton duro. Mamá le ha dado un piquito de pan, y la pequeñaja lo chupaba y se lo comía poco a poco, lo bebés tienen una saliva bastante potente por lo que tengo entendido. La madre, dedicandole su atención, mirandola todo el rato, con movimientos suaves, y palabras suaves, cariñosas, y la niña jugetona pero tranquilita, chupando el palito de pan que se reblandece en su boca. Muy majas las dos juntas, hemos bajado en la misma parada del metro, y un cachas que venía, muy petado, como mi primo de zumosol, más o menos. El tio a soltado sus bolsas de deporte y a subido el carrito a medias con la señora, perdiendo así el tren, y abandonando momentaneamente sus pertenencias. Ya arriba, le he soltado a la mujer: casi podría haberlo subido él solo>. Por lo cachas que estaba el tipo. Y he seguido ligero mi camino, en la superficie estaba Gran Vía, aun con sol, multitud pasando de todos lo tipos, colores y sabores. Y Bruno, allí, el primero, disfrutando de la marea humana.