martes, 1 de noviembre de 2011

CLARIDAD


Estoy enamorado. ¡Y de que manera! Solo me interesa escribir en estados de exaltación anímica. Es cuando saco lo mejor de mi. Y en muchas ocasiones vuelo tan alto, tan frenéticamente, que no soy capaz de parar. De serernarme, sentarme delante del papel y escribir con rabia, pero sobre todo con fluidez.
Es imposible dejar nada claro, transmitir, impactar, sino tiene uno control, medida, sobre su propia fuerza. No sirve de nada ser potencia si no se sabe apretar el conmutador que hace llegar la electricidad a la bombilla incandescente que brilla e ilumina mi azotea. O más bien, se necesita algún tipo de control, una aduana para las ideas, los pálpitos, el frenesí, una presa que frene los descontrolados latidos de mi corazón.
¡Y es que ando enamorado! Llevo semanas en este estado y aun no lo había escrito con tanta franqueza. No me atrevía a reconocerlo ante mi mismo, en mi fuero interno. Por mucho que pueda alardear de sinceridad delante de otros, como cualquiera, conmigo mismo me hago el duro. Aunque me cague de miedo aprieto el culo (controlando siempre que no reviente la almorranilla maltratada con el whiski del talego) De hecho, incluso diría que la clave de mi sinceridad final conmigo mismo está en la almorrana. Es ella la que me dice: estas maltratandote, no lo quieres ver, ¡míralo! Lo tienes hay delante, ¡no lo esquives!. Y así, termino por aceptar. Las pulsaciones bajan de frecuencia, se esparcen en el tiempo. Los pelos de mis brazos dejan de estar erizados y mis pupilas se cierran hasta llegar a su punto ideal.
En este amor en el que vivo ahora aprendo muchas cosas. No tengo al sujeto de mi deseo cerca de mí. Es la primera vez en mi vida que me pasa esto. ¡Es nuevo! Y no tengo ningún tipo de dudas sobre los sentimientos de ella hacia mi. Ando tranquilo. Lo que me lleva semanas perturbando es el hecho de tener que vivir tan lejos, y no poder sacarme su imagen de mi mente. Soñar con ella. Hablar con ella cada día, recordar de nuevo la distancia. Y ha habido días en que no lo soportaba. Contaba las horas, pasaban con lentitud, como caen las gotas de un grifo mal cerrado. Una gota de dolor a cada hora, cada hora que lentamente pasa, como la lágrima que cae por mi cara compungida cuando soy incapaz de sobreponerme a la realidad.
Con el paso de los días lo he ido aceptando. Tengo muchas cosas que hacer en esta vida. Soy joven, y comienzo a sacar de mi cosas que -joder, volviendo a la sinceridad-, aunque sabía que estaban dentro de mi, no era capaz de formular en mi mente, darles forma vital para sacarlas de mi. Para brillar y que los demás pudieran disfrutar de mi energía tanto como yo la lloraba. Es simétrico el dolor de no poder expresar cuando se sabe uno lleno de sabiduría heredada genéticamente de los ancestros, a la alegría de sacarlo todo. La alegría de darle un bofetón a un amigo con rabia, para mostrarle nuestro intenso parecer sobre sus errores, es equivalente a recibir un buen zarandeo por un buen amigo, cuando uno está perdido y necesita que lo saquen de sopetón de su estado hediondo, obnubilado.
Así que, por decirlo así, he descubierto la rueda. Ya solo fluyo, sin miedo. Desarrollé el freno antes que la rueda, y es más difícil -ya se sabe- calibrar el freno que hacer rodar la rueda. Ser un maestro del freno es un lastre, es morir. Es perder el rodaje, olvidarlo, es construirse un sepulcro, estático, parado, quieto, muerto. Solo rodando se vuelve al mismo punto dos veces, y siempre diferente. La grandeza del presente reside en que siempre es diferente, nuevo. Cada momento es genuino. Aprendemos, avanzamos, pero todo es siempre acción. Siempre somos falibles. Y el entorno cambia, y nuestro cuerpo cambia. Todo el contexto en si mismo varía en proporciones desmesuradas. Aun así, acumulamos sabiduría, práctica y teórica, sobre un mundo que nunca es el mismo pero que siempre vuelve al mismo punto. Es paradójico, y asumir esta idea es el primer paso para aceptar la violación, el error, el desastre, en general, el mal, como uno de nuestros grandes instructores. Disfruto porque sufro, deseo por que estoy vivo, y sufro porque deseo, y finalmente, disfruto nuevamente sufrir, porque... si la vida es la administración de la duda... ¿Qué es la duda?
La duda es indecisión en relación a algo. Qué deseas. Porqué sufres. Para qué vives.
Esa es la gran duda. Pero si solo dudas, si no superas mediante la acción el freno a la misma, es decir, si no superas la duda al respecto de qué quieres hacer ahora, en este infinito presente, solo sufres. Solo se aprende a gestionar el deseo mediante el sufrimiento, superando la duda mediante la acción. ¡Elige y hazlo al mismo tiempo!

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