Estoy enamorado.
¡Y de que manera! Solo me interesa escribir en estados de exaltación
anímica. Es cuando saco lo mejor de mi. Y en muchas ocasiones vuelo
tan alto, tan frenéticamente, que no soy capaz de parar. De
serernarme, sentarme delante del papel y escribir con rabia, pero
sobre todo con fluidez.
Es imposible dejar
nada claro, transmitir, impactar, sino tiene uno control, medida,
sobre su propia fuerza. No sirve de nada ser potencia si no se sabe
apretar el conmutador que hace llegar la electricidad a la bombilla
incandescente que brilla e ilumina mi azotea. O más bien, se
necesita algún tipo de control, una aduana para las ideas, los
pálpitos, el frenesí, una presa que frene los descontrolados
latidos de mi corazón.
¡Y es que ando
enamorado! Llevo semanas en este estado y aun no lo había escrito
con tanta franqueza. No me atrevía a reconocerlo ante mi mismo, en
mi fuero interno. Por mucho que pueda alardear de sinceridad delante
de otros, como cualquiera, conmigo mismo me hago el duro. Aunque me
cague de miedo aprieto el culo (controlando siempre que no reviente
la almorranilla maltratada con el whiski del talego) De hecho,
incluso diría que la clave de mi sinceridad final conmigo mismo está
en la almorrana. Es ella la que me dice: estas maltratandote, no
lo quieres ver, ¡míralo! Lo tienes hay delante, ¡no lo esquives!.
Y así, termino por aceptar. Las pulsaciones bajan de frecuencia, se
esparcen en el tiempo. Los pelos de mis brazos dejan de estar
erizados y mis pupilas se cierran hasta llegar a su punto ideal.
En este amor en el
que vivo ahora aprendo muchas cosas. No tengo al sujeto de mi deseo
cerca de mí. Es la primera vez en mi vida que me pasa esto. ¡Es
nuevo! Y no tengo ningún tipo de dudas sobre los sentimientos de
ella hacia mi. Ando tranquilo. Lo que me lleva semanas perturbando es
el hecho de tener que vivir tan lejos, y no poder sacarme su imagen
de mi mente. Soñar con ella. Hablar con ella cada día, recordar de
nuevo la distancia. Y ha habido días en que no lo soportaba. Contaba
las horas, pasaban con lentitud, como caen las gotas de un grifo mal
cerrado. Una gota de dolor a cada hora, cada hora que lentamente
pasa, como la lágrima que cae por mi cara compungida cuando soy
incapaz de sobreponerme a la realidad.
Con el paso de los
días lo he ido aceptando. Tengo muchas cosas que hacer en esta vida.
Soy joven, y comienzo a sacar de mi cosas que -joder, volviendo a la
sinceridad-, aunque sabía que estaban dentro de mi, no era capaz de
formular en mi mente, darles forma vital para sacarlas de mi. Para
brillar y que los demás pudieran disfrutar de mi energía tanto como
yo la lloraba. Es simétrico el dolor de no poder expresar cuando se
sabe uno lleno de sabiduría heredada genéticamente de los
ancestros, a la alegría de sacarlo todo. La alegría de darle un
bofetón a un amigo con rabia, para mostrarle nuestro intenso parecer
sobre sus errores, es equivalente a recibir un buen zarandeo por un
buen amigo, cuando uno está perdido y necesita que lo saquen de
sopetón de su estado hediondo, obnubilado.
Así que, por
decirlo así, he descubierto la rueda. Ya solo fluyo, sin miedo.
Desarrollé el freno antes que la rueda, y es más difícil -ya se
sabe- calibrar el freno que hacer rodar la rueda. Ser un maestro del
freno es un lastre, es morir. Es perder el rodaje, olvidarlo, es
construirse un sepulcro, estático, parado, quieto, muerto. Solo
rodando se vuelve al mismo punto dos veces, y siempre diferente. La
grandeza del presente reside en que siempre es diferente, nuevo. Cada
momento es genuino. Aprendemos, avanzamos, pero todo es siempre
acción. Siempre somos falibles. Y el entorno cambia, y nuestro
cuerpo cambia. Todo el contexto en si mismo varía en proporciones
desmesuradas. Aun así, acumulamos sabiduría, práctica y teórica,
sobre un mundo que nunca es el mismo pero que siempre vuelve al mismo
punto. Es paradójico, y asumir esta idea es el primer paso para
aceptar la violación, el error, el desastre, en general, el mal,
como uno de nuestros grandes instructores. Disfruto porque sufro,
deseo por que estoy vivo, y sufro porque deseo, y finalmente,
disfruto nuevamente sufrir, porque... si la vida es la administración
de la duda... ¿Qué es la duda?
La duda es
indecisión en relación a algo. Qué deseas. Porqué sufres. Para
qué vives.
Esa es la gran
duda. Pero si solo dudas, si no superas mediante la acción el freno
a la misma, es decir, si no superas la duda al respecto de qué
quieres hacer ahora, en este infinito presente, solo sufres. Solo se
aprende a gestionar el deseo mediante el sufrimiento, superando la
duda mediante la acción. ¡Elige y hazlo al mismo tiempo!
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